Metodologías activas en la LOMLOE: aprender haciendo

La LOMLOE no solo ha cambiado leyes, también ha cambiado la manera en que se enseña y se aprende en los centros educativos. Esta ley promueve el uso de metodologías activas: formas de aprender que son más participativas, más conectadas con la vida real, donde el alumno tiene un papel activo, y no se limita únicamente a escuchar. Esto requiere también un cambio en cómo se organizan los centros: los tiempos, los espacios, los roles del profesorado y hasta cómo se evalúa. Todo esto no es solo una cuestión pedagógica, también es una decisión organizativa.

Recuerdo que en mi instituto se empleaban algunas de estas estas metodologías, como por ejemplos los grupos interactivos. Esta forma de enseñar consistía en que venían personas adultas, muchas veces familiares o voluntarios, a ayudarnos en clase. Nos organizaban en grupos pequeños y cada grupo hacía una actividad diferente, con un adulto que guiaba. Al cabo de un tiempo, rotábamos. Esa dinámica no solo nos ayudaba a entender mejor los contenidos, sino que también aprendíamos a colaborar, a escuchar, a respetar los turnos, a trabajar con personas distintas. Era una manera de aprender con otros, no solo del profesor, y además se creaba un ambiente diferente y dinámico en clase. Esta metodología también la realicé siendo yo voluntaria, ayudando a niños más pequeños, y me pareció una experiencia muy enriquecedora que fue uno de los motivos por os cuales me empecé a interesar por la enseñanza y el mundo de la educación. 

También se utilizaban otras metodologías activas, como la gamificación. En muchas ocasiones hacíamos juegos en relación con lo que estábamos viendo, como por ejemplo escape rooms o yincanas.  Este tipo de actividades hacen que el aprendizaje se convierta en algo mucho más divertido, además de fomentar el trabajo en equipo y la participación, ya que puede que alumnos que no se atrevan a participar en clase, en uno de estos juegos si que se vean con más ganas de intervenir. 

Otra de las metodologías que se aplicaban en mi centro era el aprendizaje basado en proyectos. Muy ligado con la innovación educativa, en mi colegio se implantó en 2 de la ESO un proyecto llamado “La ciudad”, que consistía en un libro que recogía los contenidos de todas las materias pero enfocados desde la visión de la ciudad. Este proyecto se llevó a cabo durante 2-3 semanas, y los estudiantes dábamos el mismo temario que teníamos que dar en un clase normal, pero en lugar de verlo con los libros de texto tradicionales, lo veíamos a través de este libro que mostraba los contenidos enfocándolos desde una visión más ecosocial, como por ejemplo en física y química se veían los elementos químicos que intervenían en el cambio climático, o las proporciones en matemáticas calculando la biocapacidad de distintos territorios, entre otros. Al ver que este proyecto funcionó muy bien, se volvió a repetir en 4 de la ESO, y ese año el libro se llamó “El mundo actual”, dándose en economía la globalización, y en geografía e historia los movimientos migratorios, entro otros, reflejando por lo tanto en todas las asignaturas los contenidos con ejemplos actuales. Al final de estos proyectos realizábamos un trabajo final en el que recogíamos y reflexionábamos acerca de todo lo que habíamos aprendido durante esas semanas. 

En general, estas metodologías tienen algo en común, y es que el alumno deja de ser un espectador en el aula para convertirse en el protagonista de su propio aprendizaje. Como futura profesora, me doy cuenta de que utilizar metodologías activas no es solo una forma diferente de enseñar, también es una forma distinta de organizar el aprendizaje. Estas formas de enseñar requieren la colaboración de los profesores, tiempo para prepararlas y ganas de innovar. Pero también generan un aprendizaje más vivo, cercano y humano. Enseñar así es más complejo, pero también mucho más significativo. Porque cuando aprendemos juntos, en red, con propósito… aprendemos mejor.

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